Sentada a la mesa donde mi tía yo echamos una partida al parchís, a Ignacia se le cierran los ojos. Baja, menuda, encorvada y arrugada, Ignacia es inquieta pero pacífica; alegre y simpática.
De vez en cuando mi voz la despierta sin querer, abre los ojos un poco y repite lo que acabo de decir: "abre barrera" o "tres; meto y cuento diez".
A veces Ignacia no recuerda cuántos años tiene, el nombre de su pueblo... ni que su madre está muerta. "Voy a buscar a mi madre," me dijo el otro día, "mi madre si que juega bien a esto". Me quedé alí pasmada, con el cubilete en la mano, mirando cómo se iba hacia el mostrador de las enfermeras... Cuando volvió estaba indignada:
_ Desde luego... ¡Mira que hay gente bruta! ¡No va y me dice que mi madre debe estar muerta!
_ No le hagas caso Ignacia... Esa se ha equivocado... O tendrá un mal día... -y qué se yo qué más le digo
para consolarla y que se olvide.
_ ¡Pues claro que está equivocada! Ya sé yo que mi madre está viva. ¡Digo!
Y, de repente, lo veo. Ahí está él. Apuesto, altísimo, muy delgado y elegante, Benito sobresale entre las otras visitas.
_ ¿Dónde está mi novia? ¿Han visto ustedes a mi novia? _pregunta Benito.
_¡Benito! ¡Benito! Y ella se incorpora y palmea la mesa para llamar su atención, para que repare en ella el
hombre que hace como que no la ve.
_¡Ah!¡ Estás ahí!
_¡Benito, qué alegría! ¡Benito! ¡Ay, qué alegría!
Y por unos instantes todos dejamos de hacer lo que estamos haciendo y sonreímos mirándolos a ellos ocupar el espacio, iluminarlo todo con su abrazo. Ignacia y Benito y su amor son eternos en ese momento. Y yo, estoy muy cerca, muy cerca, tanto que puedo ver como las dos bocas se entreabren y se besan como un par de enamorados sesenta años después.
Aissssssss...que bonito Mar... el amor no tiene ni edad,ni tiempo , ni espacio, ni necesita memoria ...un beso
ResponderEliminarGracias por leerme Marisa! Muaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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