MIGAS Y
PLUMAS BLANCAS
Las
acusaciones habían atravesado
la mesa
buscándola:
Romántica, idealista,
soñadora.
Ninguna
hizo diana, meras
alabanzas en
los oídos de ella.
Mas él halló
la palabra
precisa, el dardo
envenenado:
fracasada.
Aceptó
el veredicto la hija
y se echó de
la casa,
como el perro
que
se aparta a
su rincón
con las
orejas bajas, sumiso,
la cola entre las piernas,
culpable de
no ser lo suficiente
bueno para
su amo.
Entre las
migas, unas plumas
blancas
llamaron la atención
del padre.
Mala palabra esa si uno se la cree, si uno la interioriza. Fue valiente esta paloma blanca y volo.
ResponderEliminarMe gusta mucho Mar, tu lo sabes, tus poemas. Son un autentico regalo.
Un abrazo.
Le cortó las alas, las que nunca deberíamos perder, menos aún cercenadas a manos de un padre/madre!
ResponderEliminarTerrible. Doloroso.
Un abrazo.
Ese padre no fué a la escuela de padres el día que explicaron que los hijos no nos pertenecen, que no son nuestros, que debemos estar a su lado potenciando sus cualidades y aspiraciones, no volcando sobre ellos la carga de nuestras propias carencias. Las palomas son capaces de emprender el vuelo incluso con algunas plumas de menos. Ya las repondrá con el transcurso del tiempo pues este todo lo cura, incluso la mala influencia paterna.
ResponderEliminarPrecioso poema Mar.