domingo, 10 de junio de 2012

MIGAS Y PLUMAS BLANCAS

Las acusaciones habían atravesado
la mesa  buscándola:
Romántica, idealista, soñadora.
Ninguna hizo diana, meras
alabanzas en los oídos de ella.

Mas él halló la palabra
precisa, el dardo envenenado:
fracasada.

Aceptó  el veredicto la hija
y se echó de la casa,
como el perro que
se aparta a su rincón
con las orejas bajas, sumiso,
la cola entre las piernas,
culpable de no ser lo suficiente
bueno para su amo.

Entre las migas, unas  plumas
blancas  llamaron la atención
del  padre.

3 comentarios:

  1. Mala palabra esa si uno se la cree, si uno la interioriza. Fue valiente esta paloma blanca y volo.
    Me gusta mucho Mar, tu lo sabes, tus poemas. Son un autentico regalo.
    Un abrazo.

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  2. Le cortó las alas, las que nunca deberíamos perder, menos aún cercenadas a manos de un padre/madre!
    Terrible. Doloroso.
    Un abrazo.

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  3. Ese padre no fué a la escuela de padres el día que explicaron que los hijos no nos pertenecen, que no son nuestros, que debemos estar a su lado potenciando sus cualidades y aspiraciones, no volcando sobre ellos la carga de nuestras propias carencias. Las palomas son capaces de emprender el vuelo incluso con algunas plumas de menos. Ya las repondrá con el transcurso del tiempo pues este todo lo cura, incluso la mala influencia paterna.
    Precioso poema Mar.

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