lunes, 29 de agosto de 2011

20 centímetros


Le parecía inaudito. Se había oído decir a sí misma tantas veces que el tamaño no importaba... Lo decían casi todas… Y sin embargo, aquella noche había soñado con un bello miembro de dimensiones apetecibles al que ella dejaba penetrar en su húmedo vacío. Bueno, ella, más que dejarse, lo atraía hacia sí, montando al hombre en cuestión, consiguiendo así aplacar en su sueño el ansia que la corroía desde hacia semanas.

Se despertó de su hermoso sueño agitada, sudorosa, todavía excitada. Intentó recobrar la cara de aquel hombre que la había hecho sentir tan viva, tan hermosa y feliz. Pero nada. Una imagen demasiado borrosa como para distinguir de quién se trataba. Sólo recordaba claramente su pene, hermoso en su erección. En la ducha se entretuvo visionándolo mientras sus dedos reseguían en su sexo el camino que aquél había recorrido. Mientras se vestía, cuando tomaba su desayuno, se notaba una sonrisa pícara en los labios, al dibujarlo en la memoria. ¿Pero con quién había pasado la noche, o mejor dicho el sueño? Le parecía recordar que era moreno. Tal vez el revisor de la estación. Parecía apuesto; bien dotado, seguro. ¿Algún compañero del trabajo? Definitivamente, no. Todos le parecían o poco agraciados o excesivamente afeminados, y por lo tanto de dudosa virilidad. ¿El chico con quien coincidía cada mañana, cuando sacaban a pasear a sus perros? ¿Su terapeuta? ¡Oh, no! ¡Dios! Lo que le faltaba; ya no podría mirarle a la cara sin avergonzarse. ¿Y quién podía estar tan bien atribuido? ¿Algún alumno? ¡No! Y no sólo bien atribuido... Había gozado de una manera nueva para ella, como nunca antes lo había hecho.

¡Y qué cuerpo! ¡Bueno, vale ya Sara! Un sueño calentito y ya. Mejor lo dejamos aquí. Pero aunque intentaba seguir con su rutina diaria y actuar con normalidad no podía evitarlo. ¡Ahí estaba otra vez! ¡Aquel falo! En la cara del vecino, en el vendedor de los ciegos, en el quiosquero… Como no me tranquilice acabaré tirándome a los brazos de cualquiera.

Se disponía a coger el metro pero, de repente, delante de la entrada, se desvió de su habitual camino pues hacía un lindo día como para enterrarse tan pronto y, además, había salido con tiempo, iba sin prisas… Y aquella sensación de embriaguez dulce, como cuando una está con un puntito después de dos copas y se siente menos rígida, más suelta, más flexible…  Tenía tiempo de caminar hasta la estación de los ferrocarriles.

 Se sentía guapa, de buen humor, rebosante de esa felicidad que cada año le traía el principio de la primavera, cuando todo renacía. En primavera Sara resucitaba de su hibernación melancólica y, ya despertada de su aletargamiento y con sangre renovada, se envalentonaba ante algún proyecto inabarcable del que ahora se veía capaz.

Ante la puerta de los consultorios de su ambulatorio jugó con el pensamiento  goloso de no ir a trabajar. ¿Y por qué no? De hecho hoy no tenía clases… Puedo decir que me encuentro mal, una jaqueca horrible; que tengo a algún niño enfermo y no puedo dejarlo con nadie; que me he caído paseando a la perra y me duele todo…  Se le ocurrían mil razones por las que se merecía un día libre. ¡Ni un día de baja este año! Ni una ausencia por enfermedad de mis hijos, ni una visita al médico en horas laborables… ¡Nada!

Y así se encontró con que había llegado delante de la estación, cuando se disponía a coger el periódico gratuito de manos de un apuesto joven que no debía tener más de veinte y pocos años, y que seguro tenía un sexo… Y entonces volvió el sueño y Sara no bajó. No descendió ni un peldaño. No siguió el pasillo, ni la escalera hasta el andén. No se subió al vagón atestado de gente, de enamorados que seguramente le provocarían envidia, rabia, o una tristeza profunda. Sobre todo eso. Hacía ya demasiado que los besos de los otros la hacían sentirse mal, desgraciada,  pues al mirarlos se veía en ellos absolutamente sola.

Un poco más apaciguada, siguió Rambla Cataluña abajo. Cruzó  expectante la Plaza de Cataluña. Buscando algo, no sabía qué. Algo tendría que pasar. Quería seguir soñando y pensaba que aquel sueño seguro que anunciaba algo, un encuentro. Bajó ilusionada las Ramblas, entreteniéndose con todo el espectáculo que le brindaban. Hasta que llegó al mar. Eran las doce cuando el mar y el puerto le parecieron más pequeños que nunca. Aquello no era el mar. Era un trocito de agua salada putrefacta y moribunda ahogada por sus carceleros. No, no había salida. Ya no podía bajar más. El mar, frontera definitiva para ella, aquí, hoy. Fin del trayecto. Se sentó en un banco derrotada y se dejó llevar por un llanto embravecido que la arrastraba a tierra. ¡Qué tontería! Estaba tan sola como siempre. ¿Qué hacía allí? Debería estar trabajando y dejarse de fantasías de jovencita adolescente. ¿Qué diría en el trabajo?

Cogió un taxi de vuelta. Tengo que volver. Había que volver. Era hora de volver, sí. Pero, ¿adónde? A casa Sara, a casa. ¿Para qué? Paró un taxi. Apenas murmuró su dirección sin mirarlo y el taxista tomó rumbo. El primer semáforo en rojo pilló por sorpresa al conductor que frenó en seco provocando una pequeña sacudida en ella.
     -Usted perdone señora, es que hay que ver cómo está el tráfico.

Sara alzó la mirada y halló la mirada de su hombre en el retrovisor interior.  ¡Era él! ¡El hombre del sueño! Un hombre bellísimo. ¡No podía creerlo! ¡Qué curioso el destino! Sin proponérselo se encontró a sí misma urdiendo alegre la conquista. Él sucumbiría a su voz, a alguna frase ingeniosa que saldría de su lengua desvergonzada. O se atrevería a llevárselo, inocentemente, hasta un bar para hablar delante de una cerveza con la excusa de cambiar el billete de 200 euros que ella le habría ofrecido con un “lo siento”. Treinta minutos después, cuando ya los ojos delataran el ardor de sus sexos, hartos de desnudarse a pestañeos, decidirían irse a casa de él y...
     -¿Aquí le va bien? -Pregunta el taxista levantando la vista y enviando una  mirada indiferente a la pasajera.

El espejismo se hace añicos en décimas de segundo. Trocitos de cristal se clavan en los ojos y el alma de Sara. Sus manos responden mecánicamente a la cantidad que el conductor señala: 6 euros. Se abraza a su bolsa, recoge los pedacitos de su cuerpo desvalido, se encoge y baja del auto. Se alza y se yergue, se queda quieta un momento, lo justo para contemplar cómo se aleja el taxi.

Para cuando Sara llegó a casa eran las dos de la tarde y había tres mensajes del trabajo en el contestador que la urgían a llamar y decir dónde estaba. Para entonces el falo se había arrugado y el mar quedaba ya demasiado lejos.

domingo, 28 de agosto de 2011

Sigur Ross, untitled 3.

La música es ese lenguaje universal que habla de nuestras emociones y nuestros sueños, no importa nuestro idioma, nuestra raza, nuestra nacionalidad. Por eso, no hay nada cómo la música para romper barreras y hacer amigos. Me encanta este grupo musical islandés y esta pieza que antes me entristecía y ahora me ilumina recuerdos, me calma y me esperanza.



sábado, 27 de agosto de 2011

ME LLAMO MAR Y HOY ES MI VIRGEN

Me llamo Mar y hoy es mI Santo. Mejor dicho, mi Virgen. Tuve la fortuna de que mi madre, hija de pueblo marinero, hija y esposa de marinos mercantes, enamorada de Almería, de su gente  y de su folklóre, escogiera para mí este bello nombre con el que tanto me identifico.  Es que mamá más que  asturiana parecía andaluza. Mi padre quería llamarme Yolanda, pero por suerte mamá lo convenció después de un parto muy difícil, que casi nos cuesta la vida a las dos.

Nací lívida, porque casi perecí asfixiada. Mi hermano , cinco años mayor, canturreaba: "Tengo una hermana lila, tengo una hermana lila...". Si no hubiera sido por papá que estuvo en mi parto y se empeñó en empujar con sus manos y todo su peso, poniéndose prácticamente  sobre el vientre de mi madre, a lo mejor no estaría aquí contando esto. Mamá se dormía en el parto, sí, sí, como lo oís; nunca tuvo dolores y estaba agotada  por horas de pre-parto. Además,  yo venía atada a sus entrañas por un cordón umbilical muy grueso y muy corto.  No quería soltarla. Mamá casi murió en el post-parto, por una subida de tensión... ¿Cómo no iba a concederle mi padre ese pequeño deseo a la mujer que más amaba?


Me encanta la historia/leyenda de la Virgen del Mar, aunque la talla no me gusta, la verdad:

“La imagen fue encontrada en la playa de Torregarcía  por el vigía Andrés de Jaén en la mañana del 21 de diciembre del año 1502, procedente probablemente de un navío naufragado o asaltado por piratas berberiscos. Según el Padre Tapia, debió ser entallada en las mismas atarazanas, valencianas o catalanas, donde fuera construido el navío que la portaba. Por tanto no debe ser muy anterior al año de su aparición. Al llegar a la costa le faltaba la parte posterior de la cabeza y de la espalda. Tenía señales de haber tenido unas argollas de hierro con las que habría estado sujeta a un zuncho de hierro en una cámara de la nave, tal y como era común en la época.” (Wikipedia)
Cuenta la leyenda que la imagen llegó a la playa envuelta en luz y rodeada de azucenas que a día de hoy siguen brotando entre la arena de esa misma playa.
Harta de que cada uno me felicitara un día diferente, hace cosa de tres años quise saber con exactitud y definitivamente qué día era la festividad de Nuestra Señora del Mar.  No entiendo cómo mi madre que era tan creyente no se lo sabía de memoria. El caso es que se fiaba de Tatá, amiga de la familia y segunda madre mía, gaditana de Tarifa, que se acordaba puntualmente. Mamá me felicitaba el día que decía Tatá. Pero había quien me felicitaba el día de María Reina (en realidad oficialmente me llamo Mª del Mar, pero así no me llama  hoy en día más que algún tío y amigos de la infancia) o el día de Santa Rosa de Lima (alguna vez coincidió), o la última semana de agosto, según mandara el santoral consultado…  Y yo, que no era mucho de celebrar el santo, a aquél que me llamaba le daba las gracias y amén. Tatá se murió, mamá se olvidó y la cosa quedó así; cada uno me felicitaba a su gusto. En fin que hará tres años, me decidí a llamar a la Basílica del Mar de Barcelona pensando que si alguien lo sabía serían ellos y acerté:


   -Pues claro que podemos ayudarla, señora. Mire es el último sábado del mes de agosto
    con domingo de agosto detrás.
  
Yo debí de poner la cara de Encarna la de las empanadillas de “Martes y Trece” pero, por suerte mi interlocutor, no me vio:
  -¿Cómo? Perdone, no lo he entendido bien. ¿En qué fecha es el santo…?
  -Es que la fecha varía señora. El día de la Virgen del Mar, pues es una Virgen, es el sábado      anterior al último domingo del mes de agosto.
Y, al final, lo entendí. La Virgen del Mar, llegó por la mar y como una ola va y viene. Y desde que me documenté y leí la historia quedé prendada de ella. Espero poder ir algún día a visitar la tierra de Almería y en especial a la ermita de Torregracia. Aquí os dejo un himno a esta Señora, Reina de LA MAR, Madre como Ella. Eternamente agradecida, mamá, papá.

viernes, 26 de agosto de 2011

HEMBRA, BELÉN GARÍ

Os traigo hoy un bello poema de mi amiga y compañera de trabajo Belén Garí.  Belén es profesora de español/lengua extranjera en el Servei de Llengües de la Universitat Autònoma de BCN. Políglota, gran lectora, escritora, además de montañista, corredora de fondo (está preparándose su primer media maratón)...  en fin, persona completísima y, sobre todo, una real hembra, una gran mujer, Belén Garí escribió un libro donde reflexionó sobre la maternidad antes de ser madre: De la nada hice piel. En concreto este poema, hizo diana en mí; lo sentí más próximo a mi estilo. Es diferente de muchas cosas que le he leído. La podéis seguir en su blog colacao Escribe en catalán y castellano. Desde aquí mi más sincero agradecimiento Belén, por tus letras pero, ante todo, por tu amistad.

HEMBRA

Para formar placenta
hace falta ser mujer:
vaca, coneja, perra,
hembra.

Los machos no pueden más que nacer
y cultivar la tierra
y sudar bajo el sol para comer
y cazar y matar para ver sangre...

Nosotras ya la vemos cada mes.
                              (DE LA NADA HICE PIEL)

martes, 23 de agosto de 2011

LÁGRIMAS EN LA LLUVIA, ROSA MONTERO


He finalizado la lectura de Lágrimas en la lluvia de Rosa Montero.  No me equivoqué al comprarme esta novela,  entre otros  libros, para Sant Jordi. Lo escogí por varias razones.  La autora me encanta (esta es la quinta obra que leo de ella). Me encanta cómo escribe esta mujer,  la originalidad de sus argumentos, el suspense, la manera que tiene de hacer lo cotidiano sublime e inmortal… su sensibilidad, el lenguaje poético de algunas de sus frases… Había además razones muy convincentes, muy golosas para mí.   El título unía en un sintagma nominal las palabras lágrimas y lluvia elementos ambos acuosos y melancólicos que me gusta usar y juntar en mis escritos (¿leísteis  mi entrada anterior aquí?). Y, además, la portada  incluía un oso polar nadando. El oso polar, también le dediqué aquí un texto, es mi animal salvaje preferido.
Y, sin embargo, me asustaba el hecho de que el libro fuera un libro futurista... No suelo leer ese tipo de literatura, no me atrae.  Rosa Montero  escribió  en la dedicatoria  que Lágrimas en la lluvia era  un “libro futurista que también habla del presente”.  Totalmente de acuerdo.  Estamos en los Estados Unidos de la Tierra, exactamente en Madrid,  en el año 2109: crisis económica, entorno social inestable, inmoralidad de la clase política, crisis de valores éticos, falta de ideales, memoria colectiva e individual, materialismo devastador, crisis ecológica, xenofobia, comercio de drogas ilegales, drogas nuevas… ¡He  sentido la novela tan cercana a mis tiempos…! ¡tan próxima a mi sociedad y a mí! ¡Ay! ¡Maldita memoria mía! ¿Quién dijo que esa era la grandeza de la literatura? Transcender el detalle, lo individual y perecedero y llegar a lo universal y global, a lo eterno, en suma, la belleza? Llegar al corazón del lector por más lejano que en tiempo y espacio esté. En fin, he disfrutado muchísimo de esta obra y creo que es una lectura muy muy recomendable.
Aquí os dejo algunas citas a modo de ejemplo de lo dicho. No son mis preferidas, pero es que no quería desvelar nada de la trama: 
“Dejar de recordar destruía el mundo.”
“En unos instantes Bruna empezaría a cruzar la ciudad, navegaría a través de la noche en busca de sexo; de una explosión carnal capaz de vencer la muerte. La única eternidad posible estaba entre sus piernas.”
“Hacía ya medio siglo que se habían extinguido los osos polares tras morir ahogados a medida que se deshizo el hielo del Ártico. Unas muertes lentas y angustiosas para unos animales capaces de nadar cuatrocientos o quinientos kilómetros antes de sucumbir al agotamiento.”
“Una tibieza húmeda inundó el pecho de Bruna. La pegajosa blandura del afecto.”
“Y la belleza es la única eternidad posible”   
Desde aquí mi más sincera y humilde enhorabuena, Rosa.

viernes, 19 de agosto de 2011

Lluvia fuera y dentro

GOLFO

Hará cosa de cuatro o cinco, escribí este relato. Hacía años que no escribía nada.  Fue  mi primer texto de una serie de relatos que luego junté en un libro (Al Amor no se llega en taxi)  que me sirvió para sangrar muchas cosas y pasar página.    Curiosamente, el texto ha venido a mi memoria gracias a un cachorro al que he acogido temporalmente hasta encontrarle una familia definitiva. Lo he llamado Golfo por uno de mis perros preferidos del mundo imaginario, el perro callejero de La dama y el vagabundo (Lady and the tramp) . "Mi" Golfo había sido abandonado en una caja dentro de un contenedor; la perrita del relato en una caja de zapatos en un taxi.

                                                                                   

Lluvia fuera y dentro


Si niegas lo que amas el amor reverdece,
Si amas lo que niegas el amor te enloquece.
“El mensajero de las siete llaves”, Neus Aguado

Llueve y salgo de casa decidida a encontrar un taxi. Siempre me ha gustado ir en taxi los días de lluvia. Tengo una buena excusa para permitirme el gasto y sentirme menos culpable. Es caro, pero con lo que llueve... No vaya a ser que me resfríe y... No, si yo sólo cojo taxi si llueve... El caso es que ahí mismo hay uno. Me parece increíble porque los días de lluvia es dificilísimo encontrar un taxi libre en esta cada vez más caótica ciudad. Es como si el conductor tuviera poderes telepáticos... El taxi me espera en la mismísima esquina de mi calle, a pocos metros de mi portería. No he tenido tiempo ni de sacar el paraguas de la mochila. ¡Qué costumbre la mía la de sacar el paraguas cuando ya he empezado el camino!

Y ¿por qué me engaño? Si a mí la lluvia me gusta, y me gusta mojarme, sobre todo en verano... El olor a tierra húmeda. Pero, lo que también me encanta es ir en taxi. Y coger un taxi  cuando llueve... Eso ya es un placer. Contemplar la belleza de la lluvia; recorrer el rastro que las gotas  dejan en los cristales. Dejar que el auto, la música y la lluvia me lleven a... ¿Adónde? Dejar que la melancolía me invada... Ya me la sacudiré cuando acabe el trayecto. Y, a poder ser, ir en silencio. Hoy, que no me hablen y que suene en la radio algo bonito de verdad. No sé... Un bolero, o algo romántico. Porque a este taxista no creo que le vaya la música clásica, ¿no?
     -Hola, buenos días.
-Buenas.
-A Plaza Urquinaona, por favor.

¡Bueno, estamos de suerte! Suena Chavela Vargas: “Uno se despide insensiblemente / de pequeñas cosas / lo mismo que un árbol / que en tiempo de otoño / se queda sin hojas...”

La lluvia cae constante en los cristales y siento como el alma se me empapa de tristeza en milésimas de segundo. Noto que el estómago se me encoge y apenas da cabida a mi corazón que allí ha ido a esconderse. El llanto se me pone en la garganta mientras que en mi cabeza tintinean las letras de aquel  hombre. Breve nombre para un hombre apasionante. Breve historia de amor, de un amor inmenso pero imposible.  Por eso, yo misma decidí acabar con aquella relación apenas nacida. Y sin embargo, el amor siguió ahí, por más que yo me lo negara. Sigue ahí, dentro mío, y se manifiesta cuando menos lo espero. Ahora. No sé qué gota de lluvia la ha provocado, qué nota de la canción me ha arañado el alma, pero una lágrima, una única lágrima emprende la bajada lenta y dolorosa  hasta dar con la comisura de mis labios. La chupo. Respiro hondo. Miro hacia el espejo delantero muerta de vergüenza para comprobar que el taxista no me esté mirando. Y no, no me está mirando. Dudo que vea algo. Comprendo en un instante, por el vidrio de sus ojos y los ruiditos extraños que vienen de delante, que también él, sí, él, está llorando. Menos mal que estamos parados esperando el semáforo, porque este hombre no está bien.
-Perdone, ¿está usted bien? –me atrevo a preguntarle.
         -No, lo siento señorita. Pero ya está, ya se me pasa. Usted tranquila que si un caso paro el contador...

Sigue llorando y ahora ya no se oculta. Empieza a llorar en voz alta, quejándose. Tendrá unos sesenta años. ¿Sesenta y? Pelo desaliñado prácticamente blanco en su totalidad, ojeras y barba de un par de días;  camiseta azul mecánico lisa y papada de años.
-Si quiere me bajo aquí.
         -No mujer, me sabe mal... -Sorbe los mocos- Sí, mejor que sí... Es que no puedo, no puedo... ¡Ay! Sí, mejor que sí. Pues, la dejo en esa esquina. No quiero tener un disgusto. Lo siento.
-No se preocupe, hombre.

Conduce hasta la esquina y nos paramos.
-¿Qué le debo?
-Nada, nada. Faltaría más. Dirá usted que estoy majareta...
          -¡No, hombre! ¡Qué va! Un mal día lo tiene cualquiera –lo intento consolar como a mí me gustaría que hicieran conmigo-. Es la lluvia, que hace que nos pongamos nostálgicos y nos acordemos, yo qué sé, de  los que ya no están...  O de nuestros amores imposibles. Lo suyo no será mal de amores ¿no? No se preocupe que mujeres sobramos en este mundo... Y a todas nos falta cariño.
-No, si no es eso. Es que yo... ¿Sabe? Yo lloro por mi perra.
-¡Ah! -Estoy francamente sorprendida.
-Sí, se me mató ayer.
         -¿Ah, sí? Lo siento... -Supongo que se dice lo mismo en caso del fallecimiento de un animal de compañía.
         -Es que usted verá, señorita. Es que no sé qué pasó... La dejé sola como otras veces, en el comedor, con la puerta de la terraza abierta y la radio encendida, que les hace mucha compañía. Me lo dijo el veterinario.
         -Ya -no atino a decir mucho más y mejor hablar poco, no sea que se me escape la risa.
-Se debió de tirar.
-¿Perdón? -Empiezo a alucinar.
         -Es que es imposible que se cayera; la barandilla es alta y de toda la vida que le dejaba la puerta abierta.
-¿Cómo? -Estoy alucinando.
         -Sí, mujer. Que se suicidó. La encontraron los del entresuelo. Rodeada de sangre. Seguro que fue un bolero.
-Perdone, pero no lo entiendo.
-Sí, que seguro que pusieron un bolero. O algo como lo de esta mujer, esta canción que han puesto.  Si es que hay músicas que le parten a uno el alma. Y a mi Negra no le gustaban. Se ponía a llorar cada vez que sonaba algo así. Yo lo descubrí porque soy un apasionado de Chavela y de los tangos y de los boleros. Tuve que dejar de escuchar ese tipo de música porque Negra lloraba que era una lástima verla. Y burro de mí, no pensé en que un día en la radio...
         -Pero usted no sabe si ese día pusieron alguna canción así en la radio. No se culpe, hombre. ¿Y desde cuando la tenía, a su perrita? -Empiezo a sentirme interesada por el caso.
    -Catorce años, fíjese usted.
         -¡Catorce años! En catorce años seguro que ya habían puesto alguna así.
         -¿Usted cree? Catorce añitos, sí. Estaba viejecita, como yo. Pero bien. ¡Me ha hecho tanta compañía esta perra! Ni mi mujer ni mis hijos me han querido tanto. Ellos ya hace cinco que se independizaron. Y si te he visto no me acuerdo.  Manuela, mi mujer, mucho antes. Hace nueve que se la tragó la tierra. Sí, sí, desa-
     pareció. Harta de mí, me dijeron los hijos. De mí y de la perra. Que era un aburrido. Que no sabía vivir, que ella necesitaba salir, que la llevara a sitios, me decía ella. Y yo que si taxi, sofá, parque; taxi, sofá, parque... Eso decía. Pues que se hubiera venido al parque conmigo ¿no? Porque digo yo que si quería salir...
         -Pues claro que sí. -Y aquí este hombre ya me ha ganado el corazón. Ya siento su dolor.
         -Y al parque por la perra, que si no ni eso. ¡Con la de horas que me echaba yo al volante! Yo con llegar a casa y mi sofá, pa qué más. Hasta que alguien me dejó a la Negra en una caja de zapatos en el asiento de atrás. Dijo el veterinario que no tendría más de una semana. Y a mi Manuela entonces le hizo gracia. Y a los niños.  Hasta que se hartaron de ella. Y cuando mi mujer me dijo que la casa apestaba, que todo se le llenaba de pelos, y que me deshiciera de la perra que nos estaba destrozando el sofá, los muebles... le dije, sabe usted, le dije que la Negra no se separaba de mi lado. Y ella que si yo sólo pensaba en la perra. ¿Y que le iba a hacer yo? Si la perra siempre estaba conmigo y ellos nunca.  No señor, ellos a lo suyo. Ahora, eso sí, papa dame pa esto; papa, dame pa lo otro... Y yo una máquina de hacer dinero, oiga usted... Que había fechas que hacía el día y la noche.
-Debió de ser durísimo…
          -... Ahora... Dígame usted, ¿qué voy a hacer? Con la alegría que daba llegar a casa y que le recibieran a uno como lo hacía mi Negra. Porque mi mujer ni un beso, y mis hijos, ni un hola.
         -Bueno, pues se va usted a la perrera...
         -Ya, y usted, se le muere el novio y se va a una discoteca en busca de otro y ya está, ¿no? –el hombre ha subido el tono de voz, pues está totalmente indignado.
    -Bueno hombre, no se ponga usted así. Sólo quería ayudarlo. Pero sí, he dicho una tontería, no se enfade. Es que yo nunca he tenido perro ni ninguna mascota. Tiene usted razón. Perdone.
         -No, no. Perdone usted señorita, no sé lo que me digo. Mejor me quedo aquí, a ver si se me pasa. Baje, baje aquí. Ya se me pasará. Buenos días.
-Vale. Bueno... cuídese. Buenos días.

     Cuando bajo del taxi, muy lejos todavía de mi destino, la canción ha llegado a su fin pero algunos  versos me persiguen todavía. Alma y cuerpo resquebrajados, ya en otro taxi, éste con el desesperante son del radio-busca de fondo, empiezo a llorar abiertamente, por aquel amor negado, porque “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”.
-¿Está usted bien, señorita?
-No.
         -No se preocupe, que hombres sobramos y todos vamos faltos de cariño. ¿Adónde vamos?

lunes, 15 de agosto de 2011

"Convención mundial sobre el amor": Cuando el verbo lo enreda todo


CONVENCIÓN MUNDIAL SOBRE EL AMOR

Tú y yo
deberíamos organizar
una Convención Mundial
-aún no sé dónde ni cuándo-
  que, supongo, sería sumamente local
-ni cuántos locos
  habría interesados-
para debatir y llegar a
acuerdos necesarios sobre
los significados de los verbos
QUERER y AMAR.

Tal vez así
una vez aclarados los términos,
sentadas las bases,
empezaríamos a entendernos.



jueves, 11 de agosto de 2011

PRIMOS, la última de Sánchez Arévalo

La última de Sánchez Arévalo: a mí, me ha gustado, pese a las críticas. Y me alegro, pues cuando le cojo cariño a un director y me convierto en ferviente admiradora de una actor me cuesta decir que algo suyo no me ha gustado.  Vale, no es su mejor película, ni mucho menos. ¡Pero qué bien me lo he pasado viéndola! Fresca, sin pretensiones, divertida y con unos buenos actores como son Raúl Arévalo, Adrián Lastra, Antonio de la Torre... y mi entrañable Quim Guitiérrez, de quien me he declarado fan incondicional. Y, al final, con mensaje y todo: a veces hay que tomar las riendas de tu vida y tomar decisiones por uno mismo.

martes, 9 de agosto de 2011

"The kids are all right" ( "LOS CHICOS ESTÁN BIEN"): ¿ UNA FAMILIA POCO CONVENCIONAL?

El concepto de familia está cambiando. Parejas separadas que se casan en segundas y terceras nupcias y hermanos que viven con hermanastros que comparten a uno de los padres; parejas cuyos padres son homosexuales, (o sea, donde hay dos papás o dos mamás); familias monoparentales; parejas con hijos no naturales sino adoptados ; parejas voluntariamente sin hijos ... En "The kids are all right" ("Los chicos están bien") de la directora Lisa Cholodenko, dos mujeres son las mamás de dos chicos (chica y chico). La hija acaba de cumplir 18 años y está a punto de enfrentarse a su primer año fuera de casa, para ir a la universidad. El hijo de quince años, está en plena adolescencia probando cosas, sacando malas notas, buscando no sabe bien qué. Las madres se aman pero el matrimonio, ya se sabe, es una carrera de larga distancia o, incluso, "un jodido maratón" como dice Jules (julianne Moore) y no siempre es fácil vencer los obstáculos y las tentaciones de abandonar. En la película las hallamos en uno de esos momentos difíciles: la rutina parece haber ganado terreno en el matimonio, los padres empiezan a ser mayores, uno de los hijos está a punto de abandonar el nido y el joven adolescente empieza a dar preocupaciones, lo cual supondrá algunas desavenencias en la pareja.

¿UNa familia poco convencional? ¿Qué hay de diferente o moderno en todo esto? ¿Qué los papás son dos mamás? ¿Que el padre sea, en prinicpio,  simplemente el donante de esperma, el esperma que ha inseminado a las dos mujeres? ¿Que el progenitor no tardará en tener cara y cuerpo y aparecerá en escena? ¿Que a partir de ese momento será alguien más en el la vida de esa familia? La película nos habla sobre el matrimonio, la familia y, como no, el amor. Está película trasciende los particulares, va más allá del tema de las familias con padres homosexuales. Habla de todos, no importa si papás o mamás, habla también de mí y de mi familia. Es creíble y muy conmovedora.

No pude verla en su momento, en el cine, así que la he visto en casa, de alquiler. No os la perdáis. Creo de verdad que es una asignatura obligatoria. Los diálogos son una joya, salpimentados con tristeza y humor. La actuación es excelente, en especial la de las notables Anette Being y Julianne Moore. Espero que os guste tanto como a mí. Que la disfrutéis.

Versión Original:



Versión doblada al español:










domingo, 7 de agosto de 2011

HAMBRUNA en el CUERNO DE ÁFRICA

¿Cuántas veces te has duchado hoy? ¿Has tirado hoy algún resto de comida que se había estropeado en la nevera? ¿La semana pasada compraste demasiada fruta y se te pudrió alguna pieza? ¿Seguro que cerraste el grifo del agua mientras te cepillabas los dientes? ¿Das de beber agua embotellada a tu mascota? No quiero culpar a nadie; algunas de estas cosas me pasan a mí misma. Yo intento no sentirme culpable aunque a veces lo hago. Pero no puedo dejar de hacerme preguntas cuando tiro algo de comida, o veo lo afortunada que soy porque puedo escoger qué voy a comer o beber. Y me pregunto: ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo hacer? Yo participaré con Óxfam. Soy miembro de esta ONG, me gusta su trabajo.  Pero hay otras muchas organizaciones con las que se pueden colaborar. A lo mejor se te ocurren a ti mism@ otras ideas para ayudar. ¡Genial! ¡Ánimo! Compártelas.
Hoy inauguro en este blog, con esta entrada, mi etiqueta "África". Me doy cuenta de que no es la primera entrada que dedico a ese continente. Y es que, no sé qué es, nunca he estado allí pero África me llama. Estoy enamorada de África. Ese continente, su gente, nos ha dado tanto... ¡nos da tanto!
Hoy, como siempre, mi corazón con África.
 



viernes, 5 de agosto de 2011

"Locas", obra de teatro de José Pascual Abellán

 Ayer una amiga me invitó al teatro a ver la obra "Locas". Por una suposición idiota, generada en no sé qué (y, básicamente, porque no me informé) fui a ver una comedia y salí con un drama en el cerebro. Creo que ya la he digerido y ahora puedo decir que me gustó. La recomiendo. ¡Menudo trabajo el de llas dos actrices!

A lo largo de los siglos pensadores de la mente estudiaron el origen y el tratamiento de esta enfermedad esquiva e históricamente contradictoria.En la obra de teatro "Locas" dos mujeres, locas (o no), y que se encuentran en la consulta de un psiquiatra, (o no), nos hablarán de sus vidas vividas y por vivir y nos plantearán muchas cuestiones. Cuál esel verdadero origen de la locura...o de la cordura...porque, ¿qué significa estar loco?, y ¿estar cuerdo? ¿acaso no son lo mismo?

miércoles, 3 de agosto de 2011

ÚLTIMO CAPRICHO


Me he encaprichado  de ti
lo confieso.
Me gustaría poder decirte
que  me he enamorado
y te amo.
No por ti.
No.
Por mí.
Porque añoro
esa felicidad absoluta
en la que te crees capaz
de vencer cualquier obstáculo
por amor.

Pero sé  muy bien
que no es amor,
es sólo adicción a tu cuerpo
lo que siento.
Y me cuesta aceptarlo.

Sólo es eso.
Ni me siento plenamente dichosa
ni noto cosquilleos en la boca del estómago
ni sonrío más de la cuenta
ni lloro menos de lo normal
en mí.

Eso sí
a la mañana siguiente
de tenerte dentro,
 mis huesos se  quejan
se sacuden  dulces
 la pereza  y tu huella.

Lentamente despierto
resacosa de tu cuerpo
mientras busco
con mis dedos  entre los labios
recuperar un hilo
del placer de anoche.

Noto mi sexo desvaído,
necesito ya otro trago
-es más fuerte que yo-
así que acudo a mi móvil
marco tu número
y te ruego que esta noche
 volvamos a vernos.



martes, 2 de agosto de 2011

Reflexiones de Nuca Martín acerca de su parecido con Mar Martín

   Dicen que los perros se parecen a sus dueños. Y es verdad que muchas conductas las copiamos o, como mínimo, son consecuencia de lo que nos han enseñado. ¿Qué culpa tenemos nosotros si no nos educan? En cuanto al físico, a mi ama, Mar Martín, le gusta jugar a encontrar parecidos entre amos y perros. Yo, Nuca Martín, la dejo, pobrecilla, con semejante tontería;  porque  para mí un perro no se parece nada a un humano.


   Pero hoy, hoy una amiga le ha dicho que  que nos parecemos de cara y a Mar le ha hecho mucha gracia y se ha puesto muy contenta... ¿Y en qué se parece mi ama a mí? ¿O yo a ella? He estado pensando sobre ello y esto es lo que veo.
   Mar es perezosa como yo... le encanta dormir la siesta a mi lado, dejando que el sol que entra en la habitación bañe su costado. Pero si ella está en uno de esos días de siesta de pijama, en los que en un bajar de persiana impone la noche más entrada en su cuarto, yo no me quedo atrás. Busco la postura y afronto las dos horas, o lo que me echen,  de encerramiento prescrito como un oso polar que comienza la ivernación.

   A las dos nos gusta el ejercicio físico, pero sin pasarnos. Hacemos nuestros paseos por la ciudad si a ella se  lo pide el cuerpo (o cree que yo lo necesito) y si no, nos vamos hasta el parque "Jardinets de Montserrat" que está cinco minutos de casa y allí ella se pone a hablar con sus amigos y yo con los míos. Me gusta ir a allí, porque siempre cae algún premio, o encuentro alguna piedra magnífica o escavo la tierra... A veces unos  humanos que se pasan horas y horas ahí, dejan algo de comida por el suelo y también sus cacas que no recogen... Si Mar no se da cuenta, me escapo y en un plis plas me pongo las botas. Pero ella lo detecta en un santiamén si he comido excrementos humanos y se enfada un montón. Es de las pocas veces en que la puedo ver enfadada de verdad. Pero es que no lo puedo evitar, es que soy una tragona y, la verdad, ella también, que cuando pilla chocolate, no hay quien la pare. 
   Como vivimos en Barcelona no solemos ir a la playa ni al campo, pues no están tan cerca de casa y yo tengo prohibido por los humanos que mandan en esta ciudad, subir al metro (aunque lo he hecho por ignorancia de mi dueña) y al autobús y como Mar no conduce... no, no tiene carné, así que nos hallamos expuestos a la generosidad de nuestros amigos.  O, a que Mar, que ya os he dicho que es un tanto vaga, coja el tren y me lleve a algún sitio.
Bueno pues sí, algún parecido hay. Perezosas, glotonas... Mar también es bastante miedosa, como yo.  No le gustan los malos rollos, que la gente se pelee. A mí tampoco me gustan los gritos ni las peleas, ni las riñas entre perros. Odia quedarse sola, estar sola. A veces se pone muy triste. Y yo con ella. No me gusta oírla llorar. Y es muy, muy mimosa; hasta creo que más que yo. Y ahora que se han ido dos de sus cachorros de casa y la otra siempre tiene cosas que hacer fuera de casa, ya podéis imaginar lo pesada que está. ¡Todo el día achuchándome! Yo creo que necesita un macho. Yo no tengo tampoco, pero paso. Y mira que Canales, un pastor alemán del parque, me tira los tejos, pero quita, quita...
   ¿Pero en el físico? ¿Parecernos en la cara? ¡Bah! Pues ya me dirán en qué se parece mi dueña a mí, a no ser que en la barriga, porque en lo demás... A veces pienso que a los humanos se les va la olla, en serio.
                                                                                                                               Nuca