viernes, 19 de agosto de 2011

Lluvia fuera y dentro

GOLFO

Hará cosa de cuatro o cinco, escribí este relato. Hacía años que no escribía nada.  Fue  mi primer texto de una serie de relatos que luego junté en un libro (Al Amor no se llega en taxi)  que me sirvió para sangrar muchas cosas y pasar página.    Curiosamente, el texto ha venido a mi memoria gracias a un cachorro al que he acogido temporalmente hasta encontrarle una familia definitiva. Lo he llamado Golfo por uno de mis perros preferidos del mundo imaginario, el perro callejero de La dama y el vagabundo (Lady and the tramp) . "Mi" Golfo había sido abandonado en una caja dentro de un contenedor; la perrita del relato en una caja de zapatos en un taxi.

                                                                                   

Lluvia fuera y dentro


Si niegas lo que amas el amor reverdece,
Si amas lo que niegas el amor te enloquece.
“El mensajero de las siete llaves”, Neus Aguado

Llueve y salgo de casa decidida a encontrar un taxi. Siempre me ha gustado ir en taxi los días de lluvia. Tengo una buena excusa para permitirme el gasto y sentirme menos culpable. Es caro, pero con lo que llueve... No vaya a ser que me resfríe y... No, si yo sólo cojo taxi si llueve... El caso es que ahí mismo hay uno. Me parece increíble porque los días de lluvia es dificilísimo encontrar un taxi libre en esta cada vez más caótica ciudad. Es como si el conductor tuviera poderes telepáticos... El taxi me espera en la mismísima esquina de mi calle, a pocos metros de mi portería. No he tenido tiempo ni de sacar el paraguas de la mochila. ¡Qué costumbre la mía la de sacar el paraguas cuando ya he empezado el camino!

Y ¿por qué me engaño? Si a mí la lluvia me gusta, y me gusta mojarme, sobre todo en verano... El olor a tierra húmeda. Pero, lo que también me encanta es ir en taxi. Y coger un taxi  cuando llueve... Eso ya es un placer. Contemplar la belleza de la lluvia; recorrer el rastro que las gotas  dejan en los cristales. Dejar que el auto, la música y la lluvia me lleven a... ¿Adónde? Dejar que la melancolía me invada... Ya me la sacudiré cuando acabe el trayecto. Y, a poder ser, ir en silencio. Hoy, que no me hablen y que suene en la radio algo bonito de verdad. No sé... Un bolero, o algo romántico. Porque a este taxista no creo que le vaya la música clásica, ¿no?
     -Hola, buenos días.
-Buenas.
-A Plaza Urquinaona, por favor.

¡Bueno, estamos de suerte! Suena Chavela Vargas: “Uno se despide insensiblemente / de pequeñas cosas / lo mismo que un árbol / que en tiempo de otoño / se queda sin hojas...”

La lluvia cae constante en los cristales y siento como el alma se me empapa de tristeza en milésimas de segundo. Noto que el estómago se me encoge y apenas da cabida a mi corazón que allí ha ido a esconderse. El llanto se me pone en la garganta mientras que en mi cabeza tintinean las letras de aquel  hombre. Breve nombre para un hombre apasionante. Breve historia de amor, de un amor inmenso pero imposible.  Por eso, yo misma decidí acabar con aquella relación apenas nacida. Y sin embargo, el amor siguió ahí, por más que yo me lo negara. Sigue ahí, dentro mío, y se manifiesta cuando menos lo espero. Ahora. No sé qué gota de lluvia la ha provocado, qué nota de la canción me ha arañado el alma, pero una lágrima, una única lágrima emprende la bajada lenta y dolorosa  hasta dar con la comisura de mis labios. La chupo. Respiro hondo. Miro hacia el espejo delantero muerta de vergüenza para comprobar que el taxista no me esté mirando. Y no, no me está mirando. Dudo que vea algo. Comprendo en un instante, por el vidrio de sus ojos y los ruiditos extraños que vienen de delante, que también él, sí, él, está llorando. Menos mal que estamos parados esperando el semáforo, porque este hombre no está bien.
-Perdone, ¿está usted bien? –me atrevo a preguntarle.
         -No, lo siento señorita. Pero ya está, ya se me pasa. Usted tranquila que si un caso paro el contador...

Sigue llorando y ahora ya no se oculta. Empieza a llorar en voz alta, quejándose. Tendrá unos sesenta años. ¿Sesenta y? Pelo desaliñado prácticamente blanco en su totalidad, ojeras y barba de un par de días;  camiseta azul mecánico lisa y papada de años.
-Si quiere me bajo aquí.
         -No mujer, me sabe mal... -Sorbe los mocos- Sí, mejor que sí... Es que no puedo, no puedo... ¡Ay! Sí, mejor que sí. Pues, la dejo en esa esquina. No quiero tener un disgusto. Lo siento.
-No se preocupe, hombre.

Conduce hasta la esquina y nos paramos.
-¿Qué le debo?
-Nada, nada. Faltaría más. Dirá usted que estoy majareta...
          -¡No, hombre! ¡Qué va! Un mal día lo tiene cualquiera –lo intento consolar como a mí me gustaría que hicieran conmigo-. Es la lluvia, que hace que nos pongamos nostálgicos y nos acordemos, yo qué sé, de  los que ya no están...  O de nuestros amores imposibles. Lo suyo no será mal de amores ¿no? No se preocupe que mujeres sobramos en este mundo... Y a todas nos falta cariño.
-No, si no es eso. Es que yo... ¿Sabe? Yo lloro por mi perra.
-¡Ah! -Estoy francamente sorprendida.
-Sí, se me mató ayer.
         -¿Ah, sí? Lo siento... -Supongo que se dice lo mismo en caso del fallecimiento de un animal de compañía.
         -Es que usted verá, señorita. Es que no sé qué pasó... La dejé sola como otras veces, en el comedor, con la puerta de la terraza abierta y la radio encendida, que les hace mucha compañía. Me lo dijo el veterinario.
         -Ya -no atino a decir mucho más y mejor hablar poco, no sea que se me escape la risa.
-Se debió de tirar.
-¿Perdón? -Empiezo a alucinar.
         -Es que es imposible que se cayera; la barandilla es alta y de toda la vida que le dejaba la puerta abierta.
-¿Cómo? -Estoy alucinando.
         -Sí, mujer. Que se suicidó. La encontraron los del entresuelo. Rodeada de sangre. Seguro que fue un bolero.
-Perdone, pero no lo entiendo.
-Sí, que seguro que pusieron un bolero. O algo como lo de esta mujer, esta canción que han puesto.  Si es que hay músicas que le parten a uno el alma. Y a mi Negra no le gustaban. Se ponía a llorar cada vez que sonaba algo así. Yo lo descubrí porque soy un apasionado de Chavela y de los tangos y de los boleros. Tuve que dejar de escuchar ese tipo de música porque Negra lloraba que era una lástima verla. Y burro de mí, no pensé en que un día en la radio...
         -Pero usted no sabe si ese día pusieron alguna canción así en la radio. No se culpe, hombre. ¿Y desde cuando la tenía, a su perrita? -Empiezo a sentirme interesada por el caso.
    -Catorce años, fíjese usted.
         -¡Catorce años! En catorce años seguro que ya habían puesto alguna así.
         -¿Usted cree? Catorce añitos, sí. Estaba viejecita, como yo. Pero bien. ¡Me ha hecho tanta compañía esta perra! Ni mi mujer ni mis hijos me han querido tanto. Ellos ya hace cinco que se independizaron. Y si te he visto no me acuerdo.  Manuela, mi mujer, mucho antes. Hace nueve que se la tragó la tierra. Sí, sí, desa-
     pareció. Harta de mí, me dijeron los hijos. De mí y de la perra. Que era un aburrido. Que no sabía vivir, que ella necesitaba salir, que la llevara a sitios, me decía ella. Y yo que si taxi, sofá, parque; taxi, sofá, parque... Eso decía. Pues que se hubiera venido al parque conmigo ¿no? Porque digo yo que si quería salir...
         -Pues claro que sí. -Y aquí este hombre ya me ha ganado el corazón. Ya siento su dolor.
         -Y al parque por la perra, que si no ni eso. ¡Con la de horas que me echaba yo al volante! Yo con llegar a casa y mi sofá, pa qué más. Hasta que alguien me dejó a la Negra en una caja de zapatos en el asiento de atrás. Dijo el veterinario que no tendría más de una semana. Y a mi Manuela entonces le hizo gracia. Y a los niños.  Hasta que se hartaron de ella. Y cuando mi mujer me dijo que la casa apestaba, que todo se le llenaba de pelos, y que me deshiciera de la perra que nos estaba destrozando el sofá, los muebles... le dije, sabe usted, le dije que la Negra no se separaba de mi lado. Y ella que si yo sólo pensaba en la perra. ¿Y que le iba a hacer yo? Si la perra siempre estaba conmigo y ellos nunca.  No señor, ellos a lo suyo. Ahora, eso sí, papa dame pa esto; papa, dame pa lo otro... Y yo una máquina de hacer dinero, oiga usted... Que había fechas que hacía el día y la noche.
-Debió de ser durísimo…
          -... Ahora... Dígame usted, ¿qué voy a hacer? Con la alegría que daba llegar a casa y que le recibieran a uno como lo hacía mi Negra. Porque mi mujer ni un beso, y mis hijos, ni un hola.
         -Bueno, pues se va usted a la perrera...
         -Ya, y usted, se le muere el novio y se va a una discoteca en busca de otro y ya está, ¿no? –el hombre ha subido el tono de voz, pues está totalmente indignado.
    -Bueno hombre, no se ponga usted así. Sólo quería ayudarlo. Pero sí, he dicho una tontería, no se enfade. Es que yo nunca he tenido perro ni ninguna mascota. Tiene usted razón. Perdone.
         -No, no. Perdone usted señorita, no sé lo que me digo. Mejor me quedo aquí, a ver si se me pasa. Baje, baje aquí. Ya se me pasará. Buenos días.
-Vale. Bueno... cuídese. Buenos días.

     Cuando bajo del taxi, muy lejos todavía de mi destino, la canción ha llegado a su fin pero algunos  versos me persiguen todavía. Alma y cuerpo resquebrajados, ya en otro taxi, éste con el desesperante son del radio-busca de fondo, empiezo a llorar abiertamente, por aquel amor negado, porque “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”.
-¿Está usted bien, señorita?
-No.
         -No se preocupe, que hombres sobramos y todos vamos faltos de cariño. ¿Adónde vamos?

15 comentarios:

  1. Al pasar el texto al blog, se me han movido los márgenes. Llevo un rato largo intentando arreglarlo y... ¡no pienso dedicar toda la mañana a esto! Espero que os guste igual :)

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  2. Jo...., Mar, esto no se hace, escribir este texto con ese sentimiento que te hace meterte en el corazón del taxista...... los amantes de los cuatro patas sabemos bien que es lo que se siente.
    Jo, Mar, una preciosidad de relato
    Un beso

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  3. Maravilloso Mar, no he podido despegar los ojos , vamos que ni pestañear, me has dejado tocado el corazón, pobre hombre, mira que voy a llorar yo tambien un rato a ver si se me pasa este pellizco que me has dado.
    Lindisimo.
    Besos llorones de puro placer.

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  4. Gracias Manuel y San. Muchas gracias por seguirme que bastante liados os veo con los jueves! Sois un par de soles. siento la presentación del texto. No sé más y no tengo la paciencia para aprender. Celebro que os gustara. Me hacéis feliz y ahora que estoy sequita y no me sale ná, pues me anima... ya se obrará el milagro de la creación en otro momento.
    Besos a los dos.

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  5. ¡Qué buen relato! Mar. Distingo un buen relato en las primeras líneas (es mi defecto) y éste ya prometía al iniciarlo.
    Me ha gustado muchísimo. Todos lloramos alguna vez en un taxi (aunque fuera por dentro) y compartimos con el conductor nuestros secretos, nuestros deseos, nuestro horizonte mojado y abierto. A mí también me gusta viajar en taxi cuando llueve, sobre todo porque la lluvia hay que disfrutarla sobre ruedas y con chofer.
    Un abrazo veraniego

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  6. ¡Uf! Que me sacas los colores, niña! Gracias Mercedes! Qué bien que te gustara!

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  7. Muchas veces nos da más quien menos nos pide...y suelen ser las mascotas los seres más generosos a la hora de conmover.

    Un abrazo.

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  8. Que hermoso relato tengo una mascota que la encontre abandonada muerta de hambre y frio y nos esta dando mas satisfacciones ante el dolor que hay en mi hogar..
    Beso

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  9. Neo: totalmente cierto... Nos dan tanto! Un abrazo

    Primavera: gracias preciosa. Seguro que tu mascota te está eternamente agradecida. Espero que ese dolor del que hablas pase pronto... Menos mal que está tu mascota para atenuearlo. son una gran compañía!

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  10. Vaya!, este relato va hoy con mi ¿humor?, lluvia, amores imposibles que te asaltan cuando menos te lo esperas, amores incondicionales que nadie entiende, nunca he tenido perro, pero veo cuanto quieren a sus mascotas los amigos, ahora tengo un pajarillo, se lo regalé a mi padre y a quien le gusta más es a mi madre, ¿qué cosas verdad?, y es que nunca se acierta en amores, jajaja, miles de besossssssss

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  11. Precioso... Yo tengo una perrina y la verdad es que se les quiere como a uno más de la familia, a veces incluso más que a algunos de la familia. Me has puesto los pelos de punta. Increíble...
    Un saludo muy afectuoso, y otro también para Golfo.

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  12. Susus,
    nunca acertamos en amores? jajaja a lo mejor es que nos los buscamos mal jajajaja Y ya sabes por qué, porque no nos queremos lo suficiente.

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  13. Gracias Ross Yta. Parece que este relato os ha emocionado a muchos. Bueno, creo que eso es bueno. Después de más de diez años sin escribir fue lo primero que salió. Golfo ya toiene familia!!!!!

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  14. Hola, Mar,

    Acabo de llegir el teu relat i l'he trobat fantàstic. Molt ben narrat i estructurat, manté l'interès constant i el final és molt bo: el taxista es pensa que és per un amor d'home. La descripció és molt bona i àgil.És boníssima tota la narració i hi ha trossos d'un gran realisme: "No sé qué gota de lluvia la ha provocado, qué nota de la canción me ha arañado el alma, pero una lágrima, una única lágrima emprende la bajada lenta y dolorosa hasta dar con la comisura de mis labios. La chupo. Respiro hondo".

    Felicitats i una abraçada, ah!, sóc la mare de la Mònica Vila, jo també escric contes, contes curts.

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    1. Hola Teresa , no había visto tu comentario. Gracias por leerme. Suerte con tus cuentos. Estoy en Instantes de luz y mar ahora,

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