Un viaje en ascensor puede dar para mucho. En especial si vives en un séptimo.
Un viaje al séptimo da para sentirte en la gloria si él te besa con la mezcla precisa de ternura y deseo; da para desear al vecino del quinto; da para mandar a freír espárragos (es lo mínimo) a la vecina de abajo por su gesto arrogante; da para intoxicarse con el perfume de cualquier pija que viva en el edificio (seguramente también la vecina de abajo o, en su defecto, la de arriba); da para sentir las lágrimas en la garganta cuando te preguntan por eso que te atraganta; da para sonreír con el niño, o con el perro, del vecino amable, o con él mismo vecino amable.
En un viaje al séptimo da tiempo de sobras de pensar qué vas a hacer hoy para cenar y qué para comer al día siguiente; para repasar de memoria el plan de clase; para rezar un padrenuestro o decir las cuatro máximas del ho'oponopono; para atarse los cordones de las bambas; meterse la camisa o camiseta por dentro; no, mejor sacarla; hacerse la línea de los ojos y polvorearse la nariz; prepararse el cigarrillo; comprobar que llevas las llaves, la cartera, el móvil...¡Otra vez, no! ¡Hostias!
Suficiente para que recuerdes cuándo fue tu última regla; cuándo hiciste el amor por última vez; cuándo fue la última vez que te amaron; cuándo te sentiste dichosa por última vez... Cuándo fue la última vez que creiste que no te faltaba nada.
Da tiempo de sobras para desear con todas las fuerzas que el ascensor se pare y te quedes colgando, toda tú y la inercia de tu vida colgando hasta dios sabe cuándo... ese continuo goteo de rutinas, cerrado durante unos minutos... Tal vez horas. ¡Qué explote el ascensor y tú a volar por los aires!¡Al carajo! No puedo más... Pero el ascensor hace caso omiso y llega.
Da tiempo de recordar a mamá en su silla de ruedas intentando encoger sus pies, incluso el que no sentía, pues la silla no cabía bien en el asecensor y yo me cagaba en todo y acababa por hacerle daño en los píes e inmediatamente después le daba un beso en la mejilla, o le pasaba la mano por el pelo. Recuerdo sus gestos luego; la visualizo ladeando cabeza con los ojos cerrados en señal de "vale, qué le vamos a hacer" o sacándome la lengua por el espejo.
Da tiempo de pensar sobre el próximo jueves literario y hasta de escribir unos versos:
Aquel ascensor me llevó
desde lo más alto de
tu deseo
a lo más bajo de
tu olvido.
Otros viajes en ascensor en casa de GUS
Nos has dibujado todo un compendio de sentimientos concentrados en....¿cuanto tarda un ascensor en subir 7 pisos?
ResponderEliminarNos dejas con tu lectura sabores tristes, amargos pero tambien alegres y esperanzadores. Parece que todo cabe en un instante.
Dulce relato nos has presentado, sobre todo el recuerdo de la madre
Un beso
¿¿¿Estás segura que no vives en el 20ª????
ResponderEliminarAhora que lo pienso, a no ser que nos invites a reflexionar sobre ello, no prestamos atención a tiempos que pasamos en lugares que conforman nuestra rutina diaria...
Muchos recuerdos... y de todo...
Besitos, querida amiga.
Un ascensor da para tener miedo y para tener ganas de llegar, para mirarse al espejo sola, para encotrarse una arruga más.
ResponderEliminarMe gustan las escaleras, amiga, me suben despacito y me masajean las piernas.
Da para mucho el ascensor hasta el séptimo cielo o hasta el sótano interno, da para mucho si se saben describir esas sensaciones piso por piso, memoria, vida, momento, beso, deseo, frustración...como tú Mar sensible lo haces con estas letras que me elevan, me suben y bajan a tantos lugares bastante comunes. Petonet.
ResponderEliminarHuy, cuantas cosas vienen a la cabeza en un ascensor, en un instante me he acordado de cosas que me gustan y otras que no. Creo que haré una lista.
ResponderEliminarEl curso pasado mi profe de teatro nos propuso un ejercicio de ascensor en el que iban cuatro personas, cada una con características distintas, éste se para entre planta y planta y todas tenían que reacionar según su papel. Fue divertidísimo.
Besos.
Mola ;)
ResponderEliminarY... ¿Qué serían de los ascensores sin nosotros?, sin nuestras inquietudes, nuestras prisas, deseos, etc...
ResponderEliminarSon unos segundos en los que nos encontramos con nuestro yo, para que una vez abierta la puerta, nuestro yo pase a segundo lugar.
Trepitante relato, parece que haya subido los siete piso corriendo... Uffff!
Besos
¿¿Cuántos platos puede cocinarse en un ascensor hasta el séptimo??¿¿Cuántos recuerdos??¿¿Cuántos retoques del gloss de labios??¿¿Cuántos encuentros...en la tercera fase??¿¿Cuántos olores insoportables??¿¿Cuántos agradables??Toda una vida dentro del ascensor y si sumamos todo ese tiempo transcurrido subiendo al séptimo, bajando de el...su espejo es un compañero con el que hemos compartido parte de nuestra vida, sabe de nuestras sonrisas, nuestras lagrimas, sabe a qué vecino no soportamos o el que protagoniza sueños inconfesables, y eso no lo sabe de uno, más que un amigo. Me ha gustado mucho tu entrada Mar. Un beso grandote.
ResponderEliminarUn viaje en ascensor es uel inicio de una aventura. ¿Nunca os lo habeis planteado? Es interesante tenerlo presente para no desaprovechar las oportunidades.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato.
Un besazo
Nos destacas estupendamente en tu relato la enorme cantidad de pensamientos, de sentimientos, de recuerdos, de afectos, de cosas que podemos hacer en el breve espacio de tiempo que un ascensor tarda en subir a un séptimo piso. Lo más cortos espacios de tiempo pueden dar cobijo a muchos momentos de vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
2Un viaje en ascensor puede dar para mucho. En especial si vives en un séptimo".Pero para eso hay que estar atento,ser un sutil observador y poner el alma a trabajar para armar esta joyita de relato.
ResponderEliminarUna delicia de principio a fin
arrumacos
dice alfredo arriba, que qué serían lo ascensores sin nosotros...bnc que prefiere las escaleras, es decir,ejercitar el cuerpo en vez de la mente, teniendo en cuenta la utilidad que le has dado...
ResponderEliminaryo digo... el ascensor y yo hemos estado una época reñidos...medaban un miedo que ni pa qué contarte...en esa época estaba yo en pucela...el ascensor también, pues sería gracioso que el ascensor estuviera en bilbao, por ejemplo y yo en pucela o al revés...pues bien, a ese ascensor yo subía con más miedo que gloria...era tan viejo que el muy desgraciado...yo llegué a pensar que me conocía...se me paró a medio camino...justo, justito coincidiendo en mi época de panico a los ascensores...ay, desde luego en esa ocasión ni se me ocurrió ponerme a reflexionar a cerca del sentido de l vida, a cerca del sentido de i aspecto, a cerca del sentido de la cualidad física d etal mujer, etec...casi me muerooo...jaj, bueno, un poco menos.
besos.