miércoles, 3 de noviembre de 2010

Este jueves No hay relato?


Agenda emocional


La mujer que se ha subido al taxi de Pilar a trompicones saca agitada de su mochila un móvil antes de mediar palabra con la taxista y teclea “Voy para tu casa”. Después lo envía.

     Buenos días. ¿Adónde la llevo? –pregunta desde el volante Pilar alargando el cuello en signo de esperar respuesta, mientras analiza lo que le permite el retrovisor.
     Bilbao con Llull –responde, más bien musita la pasajera, sin levantar la cabeza, todo su ser encorvado hacia el móvil en el que está escribiendo algo.
     De acuerdo.

     El cuello de Pilar regresa a su posición normal;  sus ojos ya han enviado el mensaje al cerebro que empieza a conjeturar sobre la mujer a la que lleva quién sabe a qué cita, de la que ha visto poco más que sus ojos. Una mujer bella y morena. ¡Qué pelo! Sí, muy bella... Pero no está bien. Se huele que no está bien. La manera de levantar la mano para pararme. ¡Qué pequeñita es! La manera de entrar en el taxi. Su voz... Quizás esté fumada. Ha tirado la cabeza hacia atrás para apoyarla en el respaldo del asiento y seguramente mantiene los ojos cerrados. ¡Sólo Dios sabe lo que pasa por sus ojos! Sí, que descanse los veinte minutos que nos llevará llegar. Venga, ya es hora de estrenar el aire acondicionado que hoy, veintitrés de mayo, ¡ya estamos a 28 grados! y sólo son las ocho de la mañana y a ésta le va a dar una lipotimia. ¡Es que con este sol! Que parece que haya una convención de desiertos hoy en Barcelona.

     La viajera hace una inspiración profunda, tomando aire como para sumergirse bajo el mar y aguantar un buen rato. ¡Ah, claro! Es eso. Mal de amores. Otra que está rota por dentro, piensa la conductora.

     El monólogo interno de Pilar se ve interrumpido por la señal estridente de un móvil. Alguna de las dos mujeres ha recibido un mensaje. Seguro que no ha sido el mío, se lamenta Pilar. Nunca es el mío. Ya sé que no es el mío. Pero su mano derecha, como si no le perteneciera, se desprende del volante y se dispone a registrar el bolso, que va en el asiento del acompañante, para dar con el objeto del que últimamente depende su agenda emocional. ¿Por qué iba a llamarla hoy? ¿Por qué seguir ilusionándome ante cada pitido de ésos como una cándida adolescente?  Pilar escruta la pantalla impaciente, volante y móvil en las manos correspondientes. 

No ha sido su móvil, sino el de la pasajera que ha incorporado la cabeza y sonríe feliz. Pilar la mira con envidia desde el espejo. Verifica que se trata de mal de amores. Observa que se le ha quedado la sonrisa pegada a los labios y se imagina que habrá recibido el mensaje esperado. Alguien estará dispuesto a recibirla, conjetura. Un alguien de carne y hueso que la abrazará hoy y le dará sombra y saciara su hambre. Y las palabras de los dos no necesitarán más que piel y ojos para entenderse. Unirse: dar y recibir ternura. Pilar sacude la cabeza. ¡Ay! ¡Pero qué día más tonto tengo! ¡Mira que estoy ñoña!

Llegan al destino. El sol aplasta a todos contra el asfalto, abrumador, justiciero. La conductora pronuncia un suavecito “ya estamos” para no sobresaltar a la pasajera, pues parece que se ha quedado dormida. Atónita observa como la otra agarra la puerta, la abre, estira un pie hacia la calle, saca el otro, se escurre como una serpiente, se baja y se va sin despedirse ni pagar. No ha pagado, pero no le dirá nada, no va a salir detrás de ella. La dejará irse porque, pobre, hoy no es su día.

Pilar se halla con el taxi parado ante el semáforo que acaba de cambiar a rojo.  La melancolía la ha invadido un día más y quiere llorar. Estacionará para llorar unos minutos,  le sentará bien. Después, estará mejor. Curiosa, aprovecha para echar un último vistazo a su pasajera. Observa cómo intenta cruzar la calle en diagonal, siguiendo un rumbo fijo aunque con paso inseguro. Ve cómo se aleja, cómo se dispone a alcanzar la acera, cómo la arrolla un coche. Pilar da un salto en el asiento. Cómo el conductor baja del coche y la abraza contra sí. Cómo después la besa. Pilar sólo atina a repetir “Dios mío, Dios mío”. Paralizada, desde el taxi, observa cómo la pasajera logra incorporarse pasados un par de minutos. Al cabo de nada otro hombre aparece en escena; ha salido precipitadamente del portal adonde la viajera  dirigía sus pies. Se la arrebata al conductor y se la lleva apoyada en su hombro. El conductor parece que quiera hacerle desistir. Discuten seguramente sobre si debe ir o no a un hospital. Finalmente la pareja se mete en la portería y el conductor con gesto desairado entra el coche y arranca bruscamente. Pilar quiere creer que no ha sido nada, que todo ha quedado en un susto y que esa mujer estará mejor cuidada por ese hombre que por ningún médico de ningún hospital. Se imagina la conversación de los dos:
      ¿Seguro que estás bien?
– Sí, no ha sido nada. Estoy bien.
– Pero chiqui, tal vez debería verte un médico.
– Estoy bien. Aquí, contigo. No quiero más.
–¿Pero cómo se te ha ocurrido venir aquí a estas horas? ¿Y si no me encuentras?
– Estás aquí, ¿no?
–Pero, ¿y el trabajo? ¿Qué te van a decir?
–Déjalo. No me importa. No vayas tú tampoco.

Se pararán en el primer peldaño para  tomar aire en un beso. Se separarán unos centímetros para ofrecerse una sonrisa de complicidad hasta que apenas unos segundos después un deseo febril los arrancará de su embelesamiento y los arrastrará escaleras arriba, hasta la cama, momento exacto en que yo sentiré estremecer todo mi ser al leer un “quiero verte” en la pantallita del móvil.

 







9 comentarios:

  1. Pero Mar, a esta también la atropellan? Me gusta el cuento, pero yo le pondria otro final.

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  2. Ohh pobrecilla, me gusto la trama que le has dado y el final bastante original.
    Primavera

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  3. Me suena que la pobre no está bien, aunque haya sonreído, aunque se encuentre por el momento acompañada. quizás la taxista no tenga motivos tan válidos como para envidiarla.


    Un abrazo.

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  4. Bueno, jueves y yo nostalgiosa. Así que me vine a leer tu jueves que no es jueves...jajaj

    Tu relato me trasmitió lo mismo que a Mónica: la sensación de que en la vida de esa mujer no está todo del todo bien...

    besotes jueveros.

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  5. Belén:
    es que la mujer atropellada es la misma que en el otro relato. Aquí es desde el ángulo de la mujer taxista.

    Primavera: ¿cuál de las dos "pobrecilla"?
    Neogéminis y Cas: Creo que no está muy bien, no.

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  6. Si tú me dices ven, lo dejo todo
    si tú me dices ven, será todo para ti.
    Mis momentos más ocultos,
    también te los daré,
    mis secretos que son pocos,
    serán tuyos también.

    Si tú me dices ven, todo cambiará,
    si tú me dices ven, habrá felicidad,
    si tú me dices ven, si tú me dices ven.
    No detengas el momento por las indecisiones,
    para unir alma con alma, corazón con corazón.

    Reír contigo ante cualquier dolor,
    llorar contigo, llorar contigo,
    será mi salvación.

    Pero si tú me dices ven, lo dejo todo,
    que no se te haga tarde
    y te encuentres en la calle,
    perdida.

    SIN RUMBO Y EN EL LODO
    SI TÚ ME DICES VEN, LO DEJO TODO.

    No detengas el momento por las indecisiones,
    para unir alma con alma, corazón con corazón.

    REÍR CONTIGO ANTE CUALQUIER DOLOR,
    LLORAR CONTIGO, LLORAR CONTIGO,
    SERÁ MI SALVACIÓN.

    Pero si tú me dices ven, lo dejo todo,
    que no se te haga tarde
    y te encuentres en la calle,
    perdida.

    SIN RUMBO Y EN EL LODO
    SI TÚ ME DICES VEN, LO DEJO TODO.

    En realidad la autora de este cuento, le gustaria estar en la piel de la protagonista y cantar esta canción...

    La taxista...pasaba por allí.
    Besitos

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  7. Romántica nos ha salido la taxista. Ve tanta felicidad en la cara de la joven y en la de su enamorado, que incluso no quiere molestarla con nimiedades como la de reclamarle el pago del trayecto realizado. Envidia sana que la embarga. ¿Habrá soñado ese "quiero verte" en la ventanita de su móvil?. Seria deseable que no fuera una ilusión.

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  8. LUNA:
    La autora es la taxista y la pasajera.
    La autora sabe bien esa canción sí.
    Besitos.

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  9. Pepe:
    románticas las dos, no crees?
    Sería deseable sí. Pero creo que es todo una ilusión.
    Un beso

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